lunes, 4 de julio de 2016

LA VIORNA: ¡allá donde caiga mi cayada estará mi morada!

Maredes, 30 de junio de 2.016

Acatando los designios de los que mandan y plegándonos a los caprichos de aquéllos que tienen la sartén por el mango, nos lanzamos a la carretera: ¡¡nos vamos a Potes!!
Atravesamos el desfiladero de La Hermida y al llegar a la capital lebaniega tomamos el desvío hacia el Puerto de San Glorio. A la altura de Vega de Liebana giramos a la derecha y pronto vislumbramos a lo lejos, en lo alto de la montaña, recortada sobre el cielo azul, la cruz blanca de La Viorna.


Llegamos a Maredes: aparcamos el coche a la entrada del pueblo, echamos a andar entre las cuatro casas que lo forman y encontramos un estrecho sendero bien definido que asciende directamente hasta lo alto de la montaña.




Es casi mediodía. Hace sol y el calor aprieta...
Atravesamos un espeso bosque de robles y encinas y, cuando estamos a punto de detenernos para descansar y beber un poco de agua, volvemos la vista atrás y nos topamos con nuestro destino. 
Decidimos no pararnos. Apuramos el paso y en apenas cuarenta y cinco minutos llegamos a la Cruz de la Viorna.



Antes de que estallase la Guerra Civil había en La Viorna una cruz más pequeña que la actual ubicada a excasos metros de ésta. Durante el cruento conflicto fraticida fue dinamitada y en 1.937 se colocó una cruz de madera que perduró hasta 1.948, cuando se inauguró la imponente cruz que actualmente corona este monte lebaniego.

Cuenta le leyenda que en el siglo VI, cuando el obispo palentino Toribio llegó a estos valles junto a un puñado de acólitos con los pretendía seguir una vida sujeta a la regla benedictina, subió a este monte y lanzó su bastón gritando: "allá donde caiga mi cayada, estará mi morada".

Buscamos el Monasterio de Santo Toribio pero de momento no lo encontramos y hemos de conformarnos con la imponente panorámica del macizo oriental de los Picos de Europa que se despliega frente a nosotros.


Sabemos que el cenobio tiene que estar a nuestros pies y no queremos marcharnos sin encontrarlo...
Junto a la cruz, un estrecho sendero se precipita por la vertiente norte del monte. Nos deslizamos por él para asomarnos al vacío y descubrir al fondo del valle el monasterio franciscano ubicado en el municipio de Camaleño, muy cerca de Potes, en el que se conserva el fragmento más grande del madero en el que fue crucificado Jesucristo.




Regresamos junto a la cruz dispuestos a convertir nuestro paseo en una ruta circular. Echamos a andar por una cómoda pista forestal que parte hacia el oeste y después de algo más de una hora estamos otra vez en Maredes. 


Bajamos a Potes: merendamos, nos acercamos al monasterio y contemplamos de lejos la santa reliquia. Después ya es hora de emprender el regreso: nos esperan en casa y tienen muchas ganas de vernos...

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