domingo, 5 de febrero de 2017

LA CATEDRAL DEL MAR: la iglesia del pueblo...

Santander, 29 de septiembre de 2.016


El letrado barcelonés Ildefonso Falcones publicó en 2.006 su primera novela: "La catedral del Mar". Su lanzamiento supuso un soprendente éxito editorial y la novela se convirtió en una de las más leídas en España.
Diez años después, buceo en mi biblioteca para releer esta novela antes de hacer lo propio con "Los herederos de la tierra", una oportuna secuela publicada recientemente.


La Ribera de la Mar había crecido como un suburbio de la Barcelona carolingia, cerrada y fortificada por las antiguas murallas romanas. Era un barrio de pescadores con una pequeña iglesia edificada sobre la antigua playa de Barcelona: Santa María de las Arenas, pero, la acumulación de sedimentos había vuelto impracticables los puertos de la ciudad y estos tuvieron que ser trasladados a otro lugar. La capilla perdió entonces su denominación original; la costa se había alejado de ella pero los hombres que vivían del mar seguían venerándola, así que a nadie le pareció mal que se convirtiese en Santa María del Mar. 
A comienzos del siglo XIV Barcelona se encontraba en su momento de mayor prosperidad y necesitaba buscar nuevos terrenos en los que acoger a una burguesía incipiente que ya no cabía dentro del recinto amurallado. En el barrio de La Ribera se instalaron plateros, cambistas, algadoneros, carniceros, vinateros, panaderos, queseros, sombrereros, espaderos y multitud de artesanos más. Se levantó una alhóndiga para los mercaderes extranjeros y, a espaldas de Santa María, se construyó la Plaza del Born, en la que se celebraban justas y torneos. El humilde barrio se convirtió en un lugar próspero y rico en el que se alzaban grandes y lujusos palacios. La antigua iglesia románica a la que acudían los pescadores se había quedado pequeña así que, mientras la Iglesia, la realeza y la nobleza catalana financiaban la reconstrucción de la catedral de Barcelona, los parroquianos de Santa María del Mar solicitaron a las autoridades eclesiásticas permiso para alzar sobre sus cimientos una iglesia más grande. Lo obtuvieron y unidos por su devoción a la Virgen, con el dinero de unos y el esfuerzo de otros, decidieron convertir su humilde capilla en el mayor templo mariano jamás conocido.

Cuando la pequeña iglesia fuese derribada -y hasta que se acabase la grande-, la Virgen reposaría en la Capilla del Santísimo, custodiada por los bastaixos. Al joven Arnau le admiraban aquellos hombres que, cuando no estaban descargando alguno de los navíos atracados en el puerto, transportaban desde las canteras hasta los pies del templo las pesadas piedras con las que se construía la nueva iglesia.
Él y su padre eran siervos de la tierra. Habían llegado a Barcelona buscando una libertad que no tenían y la habían obtenido. Arnau sirvió de aguador a sus admirados bastaixos y con el tiempo llegó a ser uno de ellos. Creció a la sombra de la magnífica iglesia: prosperó y se convirtió en un privilegiado testigo de nuestra historia. Contribuyó a financiar la construcción del impresionante templo mariano y el 13 de agosto de 1.384 , poco después de cumplir sesenta y tres años, pudo ver como sus cuatro campanas repicaban en Barcelona.




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