sábado, 4 de noviembre de 2017

PARíS: una cita pendiente (II)

París, 11-14 de diciembre de 2.016

Amanece nuestro primer día en París...
Madrugamos para hacer cola al pie de una de las torres de Notre-Dame, bajo una alineación infinita de gárgolas utilizadas para expulsar el agua de lluvia que cae sobre los tejados de la catedral.


El portero nos franquea el paso y subimos los trescientos ochenta y siete peldaños que conducen a la galería de las quimeras: seres fantasmagóricos, fruto de las restauraciones decimonónicas. Estamos cuarenta y seis metros por encima del suelo de París... El Sena se desliza placidamente bajo nuestros pies y, junto a las inquietantes figuras, observamos como, a lo lejos, la Torre Eiffel o el Sacré-Coeur contemplan con orgullo el plácido palpitar de la ciudad más bonita del mundo.




Las quimeras son unos misteriosos seres labrados en piedra, fruto de una monstruosa fusión entre hombres, animales y demonios. Cuentan que la noche en que Juana de Arco fue quemada en la hoguera, las gárgolas y quimeras de París despertaron de su sueño y, al contemplar desde el cielo la muerte de una inocente, decidieron arrasar la ciudad. A la mañana siguiente cientos de cadáveres cubrían las calles de la capital...





La leyenda puede ser cierta o no, pero lo que es evidente es que las gárgolas y quimeras de Notre-Dame no son meros elementos decorativos. Hay quienes piensan que representan a seres que huyen despavoridos de la iglesia mientras que otros consideran que se trata de 'espantapájaros' cuya misión es ahuyentar a los malos espíritus. En cualquier caso, son instrumentos que sirven para recordar al hombre lo imperfecto que es el mundo en el que habita... 


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