miércoles, 14 de marzo de 2018

FITO Y FITIPALDIS - 'VEINTE AÑOS, VEINTE CIUDADES': ¡ráfagas del mejor rock patrio!

Santander, 10 de marzo de 2.018


Fito Cabrales lleva cuatro años sin grabar nada nuevo, pero hace veinte que empezó a compartir escenario con los primeros Fitipaldis, así que, para conmemorar tan señalado aniversario, ha decidido regresar a la carretera con ellos y recuperar algunos de sus temas de siempre…


Jairo Perea -alma mater de Muchachito Bombo Infierno-, ha sido el primero en felicitarles. El catalán será el encargado de abrir los conciertos de una gira que ha arrancado hoy en Santander al ritmo impuesto por su batería.


La peña de ‘Pinedos y Pegados’ no nos lo podíamos perder. Grandes y pequeños nos hemos reunido en los alrededores del Pabellón de Deportes para dejarnos engullír por una ‘ballena’ que hoy se ha empachado de gente dispuesta a darse un atracón de rock, previamente aderezado con una horita de rumba catalana.

Cuando Fito ha aparecido sobre el escenario lo primero que ha hecho ha sido confersarnos lo mucho que ha hechado de menos el ruido que hacemos y el calor que desprendemos… 


Sobre el tablao están los que tienen que estar: falta Joserra Semperena (teclados), pero le acompañan el incombustible Daniel Griffin (batería), el sobrio ‘Boli’ Climent (bajo), el fidelísimo Javier Alzola (saxo) y el genial Carlos Raya (guitarra).


‘Veinte años, veinte ciudades’: veinte escenarios en los que los Fitipalis le van a hacer un hueco a los amigos a los que han convidado a su fiesta de cumpleaños. Después de una hora de concierto, llega el momento de hacerle un hueco a los invitados de esta noche. Primero comparten focos con Jairo Perea, que le arranca un ramillete de carcajadas a Fito, y después lo hacen con Ariel Rot, que les regala un par de temas y algún consejo: “el que tenga un amor, que lo cuide y que mantenga la ilusión, porque la vida es un sueño y los sueños, sueños son”.


Convertidos en bufones, saborean la noche entera, y sus guitarras se convierten en metralletas con las que disparan ráfagas de rock que nos arrancan de nuestros asientos. Después de dos horas, el concierto se acaba. Ha estado bien: ¡muy bien! Volvemos a casa felices, y hasta es posible que esta noche dejemos las ventanas de nuestra habitación abiertas…

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