Santander, 21 de marzo de 2.018
Navegando por internet descubrí que “Odd y
los gigantes de escarcha” no había sido la primera colaboración entre Neil
Gaiman y Chris Riddle. Juntos habían publicado en 2.014 habían “La joven
durmiente y el huso”, un cuento de hadas sin nombre tejido en blanco y negro, y
teñido de oro...
Las
altísimas montañas que separan los reinos de Kanselaire y Dorimar dibujan una
frontera que solo los robustos e infatigables enanos pueden cruzar, pues solo
ellos conocen los intrincados túneles que atraviesan sus cimientos.
En
Kanselaire se rumoreaba que, al otro lado, una malvada bruja había condenado al
sueño eterno a la princesa, pero nadie esperaba que apareciera un apuesto
príncipe montado a caballo para rescatarla…
La
joven era poco más que una niña cuando subió hasta el final de la escalera de
la torre más alta del castillo de sus padres y, dando vueltas y más vueltas,
llegó a una recóndita habitación en cuyo interior una anciana, sentada en una
banqueta de madera, hilaba lana con un huso. La anciana le preguntó a la
princesa si quería probar y, al acercarle el huso, lo apretó contra la punta de
su dedo pulgar, haciendo brotar una gota de sangre con la que manchó el hilo de
lana
“Ahora
voy a arrebatarte el sueño y privarte de la capacidad de lastimarme mientras
duermo, pues alguien debe velar mi sueño. Tu familia, tus amigos…, todo tu
mundo dormirá también”, le dijo.
Entonces, tendiéndose sobre la colcha de color
carmesí que cubría el lecho, cayó en un profundo sueño. Todos los habitantes
del castillo se durmieron también: el rey, la reina, las doncellas, el
panadero…, y, mientras ellos dormían, la vieja bruja les robaba sus sueños y un
pedacito de sus vidas, recuperando así su juventud, su belleza y su poder.
En
los pueblos la gente se quedaba dormida en mitad de sus tareas, y lo mismo les
sucedía a los animales. La maldición se había propagado por todo el reino,
convirtiéndose en una amenaza para las aldeas de Kanselaire más próximas a la
frontera.
Su
reina -cuyo cutis parece tan blanco como la nieve-, se había pasado un año
durmiendo dentro de un féretro de cristal merced a un hechizo similar lanzado
por una bruja igual de poderosa. Sin dudarlo ni un momento, se calzó su cota de
malla, tomó su espada y, junto a tres valerosos enanos, cruzó la frontera
dispuesta a defender su reino…
Con
las brujas siempre sucede lo mismo: necesitan juventud y belleza, y cuando
consumen las suyas encuentran retorcidas formas de arrebatarles las suyas a los
demás…
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