lunes, 7 de mayo de 2018

PIRUETAS: una memoria gráfica...

Santander, 3 de mayo de 2.018

Tillie Walden es una brillante dibujante de cómics e ilustradora norteamericana nacida en Texas en 1.996. Durante doce años, el patinaje artístico lo fue todo para ella, convirtiéndose en un refugio seguro en el que desconectar del estrés del colegio, del bullying y de su familia. Con el paso del tiempo, comenzó el instituto, se interesó por el arte, se enamoró de su primera novia y empezó a preguntarse cómo encajaba el cerrado mundo del patinaje artístico con el resto de su vida…

“Piruetas” constituye una emotiva memoria gráfica en la que muestra lo duro que puede ser hacerse mayor, salir del armario y dejar atrás todo aquello que uno solía ser….


Practiqué el patinaje artístico y sincronizado de manera profesional durante doce años. Para mí, una pista de hielo siempre será un lugar familiar. Todas huelen igual: a sudor de hockey y frío artificial…


Nunca concebí el patinaje como una sucesión aislada de grandes saltos y extensos deslizamientos, sino como un intrincado patrón que mis músculos intentaban recrear a gran velocidad, dibujando formas perfectas bajo una capa de maquillaje y aire gélido.



Mis compañeras siempre parecían más seguras y maduras que yo. Desde muy pequeña me había sentido atraída por ellas, pero sabía que aquello no estaba bien, así que nunca se lo dije a nadie: me limitaba a enamorarme silenciosamente, una y otra vez, sin pensar nunca que aquello pudiera llegar a ser real.

Las competiciones eran frenéticas y aburridas al mismo tiempo, pero una victoria alumbraba todo el fin de semana con una nueva luz. Mis padres rara vez acudían a verme patinar.



Hacía como que no me importaba, pero casi siempre era la única chica del vestuario sin familiares merodeando por la zona de resultados, y eso me hacía sentir vergüenza.

Cuando me mudé con mi familia a Austin, el patinaje perdió todo su brillo, volviéndose más aburrido y agotador. Extrañaba las instalaciones y la estricta forma de trabajar de mis entrenadores de New Jersey… Bárbara fue la persona que sostuvo mi mano la primera vez que pisé el hielo: estaba desesperada por algo de afecto o atención y ella me lo dio.

Desde entonces, durante mucho tiempo, me había limitado a dejar que las cosas sucedieran sin más. La idea de cambiarlas era excitante, pero también aterradora. Sentía miedo, pero no quería reconocerlo. Afortunadamente, ahora tenía una razón para ser fuerte esperándome a la vuelta de la esquina… El primer amor es importante para todo el mundo, pero cuando ambas partes son jóvenes, gays y aún no han salido del armario, es algo más.


Al acabar octavo, y pasar al instituto, me di cuenta de que patinar no era lo que parecía. No era solo un deporte, sino que conllevaba un estilo de vida que no era opcional: el moño, el postizo, los vestidos minúsculos, el maquillaje…



¡Lo odiaba! Estaba atrapada en la espiral del nivel medio del patinaje artístico profesional. Iba a la deriva, dejando el tiempo pasar, pero lo cierto es que no quería patinar más. Tenía diecisiete años cuando lo deje, y aún me pregunto por qué no lo hice antes…

Paso a menudo cerca de la pista de hielo en la que solía patinar. Resulta que vivo bastante cerca de ella, así que realmente no puedo evitarlo. Mientras preparaba este libro, eso me ponía nerviosa. No quería mirarla. Se podría pensar que, al escribir unas memorias, uno desearía volver a conectar con los lugares del pasado, pero en mi caso no fue así y evité todo el tiempo a la gente y los lugares que formaron parte de esta historia.


Para algunas personas, el objetivo de unas memorias es mostrar los hechos tal y como ocurrieron en realidad; aunque trabajé mucho para asegurarme de que esta historia fuera lo más honesta posible, esa nunca fue mi intención. Este libro nunca trató de compartir recuerdos y sí sentimientos. Lo importante para mí no es en qué año fue tal competición, o qué vestido llevaba entonces, sino cómo me sentía estando allí y cuál era la sensación de ganar. Por eso evité toda reminiscencia: sentía que, si me acercaba a la pista a echar un vistazo, o buscaba fotografías de mi viejo iPhone, contaría una historia diferente. Quería que cada momento de este libro saliera directamente de mi cabeza, con sus errores e inconsciencias.
Lo que más me ha sorprendido de él, especialmente mirando hacia atrás, es que, al final, no trata en absoluto sobre patinaje. Comencé esta historia pertrechada con recuerdos de gomina y madres chillonas, preparada para contarlo todo acerca del sórdido mundo de las rutilantes jóvenes patinadoras sobre hielo, pero, con cada recuerdo que volcaba en sus páginas, surgía un nuevo relato. Me di cuenta de que ser patinadora supone algo más que tener una habilidad, pues tu vida fuera de la pista moldea tu forma de patinar. Acabar un salto nunca consistió en saber cómo hacerlo, sino más bien en estar preparado y sentir que se tiene el control suficiente para caer de pie. Lo que ocurría en mi vida conformaba las respuestas a esos interrogantes. Por eso incluí en el libro muchas otras tramas. Lo complicado fue descubrir qué partes de mi vida influyeron en mi manera de patinar… Descubrí que la mayor parte de los hechos que implicaron algo físico tuvieron su efecto: el accidente de coche, el bullying… La influencia de otros hechos, como salir del armario, no fue tan tangible, pero conformó mi identidad y me ayudó a comprender quién era yo en realidad. Creo que eso afectó a mi manera de patinar, porque, cuando actúas, le tienes que mostrar al público una versión de ti misma, y eso, cuando la imagen que tienes de ti misma está en constante cambio, se convierte en una ardua tarea.
La gente me pregunta todo el rato: “¿de qué trata realmente el libro?” y todavía contesto que de patinaje porque es la respuesta más sencilla, pero, en realidad, me resulta una pregunta muy difícil de responder. Pertenezco a esa clase de creadores que son felices haciendo un libro sin tener todas las respuestas. No necesito entender completamente mi pasado para dibujar un cómic inspirado en él, y, ahora que este se ha convertido en un libro que otra gente leerá, siento que no me corresponde a mí responder a esa pregunta. Le toca al lector decidir, suponer, adivinar… En las clases de literatura del instituto hablábamos a menudo sobre las intenciones del autor, y yo solía preguntarme si no habría habido alguna vez algún autor que no tuviera intenciones y las encontrara sin querer. Creo que yo soy ese autor…
Tillie Walden

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