jueves, 11 de junio de 2015

GRANADA: ¡yo no estoy ciego! (IV)

Granada, 20-25 de abril de 2.015


Estamos en la Plaza de las Pasiegas, conocida antiguamente como Plaza de las Flores por establecerse aquí el mercado floral que aún perdura en la aledaña Plaza de Bib-Rambla. En 1.807 la plazá cambió de nombre debido, probablemente, a la presencia en los alrededores de amas de cría pasiegas que daban de mamar a los hijos de la burguesía granadina y a niños abandonados por sus madres recogidos en instituciones de beneficiencia vinculadas a la Iglesia.


Una escalinata nos separa de la fachada principal de la Catedral de Granada, dedica a la a Santa María de la Encarnación. Concebida como símbolo de la cristianización de la última ciudad musulmana conquistada en la península, el diseño gótico previsto por Enrique Egas fue radicalmente transformado por Diego de Siloé, quien dirigió las obras atendiendo al nuevo lenguaje renacentista.

Aunque el templo comenzó a edificarse en 1.523, la construcción de su fachada principal no se acometió hasta 1.667. Se trata de un proyecto de Alonso Cano concebido como un gran arco triunfal formado por tres calles retranqueadas situadas entres robustas pilastras cajeadas. Una sencilla cornisa saliente divide la fachada en dos cuerpos claramente diferenciados en los que los juegos de luces y sombras permiten minimizar la decoración escultórica.


Las figuras de San Pedro y San Pablo flanquean la puerta central, sobre la que se dispone un gran tondo con altorrelive en mármol blanco en el que se representa la encarnación del hijo de Dios en el seno de María coronado con un tarjetón en el que se lee: "Ave María"

Por encima de la cornisa, en el segundo cuerpo central, se abre un gran ojo de buey estrellado. En el centro del ático, un jarrón de azucenas simboliza la pureza de María y corona la clave del gigantesco arco triunfal una gran cruz de hierro.

En los dos grandes relieves situados por encima de las puertas laterales se representan la visitación de María a su prima Isabel y la ascensión de María a los Cielos, completando con la Encarnación del relieve central los tres gozos de María recongidos por Alonso Cano en las pinturas de la Capilla Mayor.
En los estribos centrales, apoyadas en la cornisa, dos estatuas de piedra representan alegorías del Antiguo y Nuevo Testamento. La primera sostiene sobre su costado derecho las tablas de Moisés, cubre su cabeza con un manto y dirige la cabeza hacia abajo, mientras la segunda, descubierta, mira al frente.


Ambas están custodiadas por los arcángeles protectores dispuestos en los estribos exteriores: San Miguel y San Rafael.
Justo por debajo de la cornisa se disponen cuatro medallones con altorrelieves de los cuatro evangelistas con sus atributos iconográficos.

Accedemos al interior de la catedral. Se trata de un edificio de cinco naves con dos cruceros y girola. La planta propuesta por Siloé está formada por una cabecera -destinada a convertirse en panteón real del emperador Carlos hasta que su hijo Felipe II decidió construir el monasterio de El Escorial-, en la que sitúa una capilla mayor circular rodeada por un deambulatorio con varias capillas menores, y un gran cuerpo basilical de cinco naves.


1.-Catedral
2.-Capilla Real
3.-Iglesia Parroquial del Sagrario
4.-Sacristía

Ambos cuerpos están separados por un crucero principal, tan alto como la nave central, que comunica la puerta gótica de la Capilla Real con la Puerta del Perdón, situada en la fachada norte de la catedral.
Un crucero secundario une la puerta interior de la Iglesia parroquial del Sagrario con la clausurada puerta de San Jerónimo; en su intersección con la nave principal estaba previsto levantar una cúpula-linterna que nunca llegó a construirse y que hubiese dado aún más luz al interior del templo.


Estamos dentro.
La luz natural descendiende desde los altos ventanales y acentuada por el blanco inmaculado que cubre las paredes del templo se extiende sobre el ajedrezado pavimento.


Recorremos la nave central hasta toparnos con el gran arco toral a traves del cual ésta se funde con la Capilla Mayor diseñada por Siloé que causa un gran impacto en el visitante merced a la dorada calidez de sus capiteles, frisos y molduras, a la luz policromada que atraviesa sus vidrieras y al azul intenso de la inmensa bóveda salpicada de brillantes estrellas doradas que la corona.

En la parte inferior de la capilla se abren siete pasillos radiales que la comunican con el deambulatoria de la girola que la envuelve y encima de los cuales se disponen los huecos adintelados destinados a albergar los feretros reales de Carlos I y de su familia.


En un nivel superior, con barandilla circundante, se disponen los siete cuadros de Alonso Cano referentes a la vida de la Virgen: "Inmaculada Concepción", "Nacimiento de María", "Presentación de María", "Encarnación del Hijo de Dios", "Visita de María a Isabel", "Purificación de María y presentación de Jesús" y "Asunción de María al cielo".


Sobre ellos se abren siete pares de ventanas con vidrieras que tras la escena de "El pecado original" narran cuatro episodios de la infancia de Jesús: "Natividad", "Matanza de los Inocentes", "Circuncisión" y "Adoración de los Reyes Magos", dos de su vida pública: "Bautismo" y "Transfiguración", y siete relacionados con su pasión y muerte: "Institución de la Eucaristía", "Lavatorio de los pies", "Oración en el huerto de Getsemaní", "Prendimiento", "Flagelación", "Coronación de espinas" y "Ecce Homo".

La perspectiva ascendente de toda la arquitectura de la capilla está coronada por una espléndida cúpula semiesférica pintada de azul y poblada de estrellas que se apoya sobre una base circular por encima de la cual se abren diez ventanas con arco de medio punto ocupadas por vidrieras que narran hechos relacionados con la vida de San Juan Bautista: "Predicación" y "Decapitación", con la vida pública de Jesús: "Encuentro con la samaritana en el pozo de Jacob", con su pasión: "Con la cruz a cuestas camino del Calvario", "Crucifixión" y "Descendimiento", y con su resurrección: "Resurrección" y "Aparición a María Magdalena" y con la llegada del Espíritu Santo: "Pentecostés".


Flanquedando el gran arco toral de la cabecera, en el crucero principal, cerrando las dos naves intermedias, nos encontramos dos altares de piedra obra de Siloé. Ambos presentan dos cuerpos con arcos de medio punto descansando sobre pilastras que enmarcan lienzos de grandes dimensiones pintados por discípulos de Alonso Cano en torno a 1.670 y entablamentos con textos en latín en los que leemos: "Está Yahvé en este lugar" y "Esto no es otra cosa sino la casa de Dios y la puerta del Cielo".


En el Altar del Santo Cristo, en el lado del evangelio, tenemos, en el cuerpo inferior, "La flagelación de Jesús", obra de Juan de Sevilla que presenta a Cristo en primer término, intensamente iluminado, desnudo y digno, atado al fuste de una columna, y en el superior el "Martirio y triunfo de San Cecilio", de Pedro Atanasio Bocanegra, que muestra al patrón de Granada siendo martirizado junto a sus discípulos en el monte Valparaíso bajo la gloriosa mirada de Jesucristo -envuelto en manto bermellón-, María y Santiago, patrón de España.


Del lado de la epístola, en el Altar de San Bernardo, tenemos, en el cuerpo inferior la "Lactación de  San Bernardo", de Bocanegra, explosión cromática articulada en torno a una diagonal formada por la Virgen y el santo con la figura del donante, el arzobispo de Granada fray Francisco de Rois y Mendoza, a un lado, y en el superior el "Milagro de San Benito", de Juan de Sevilla, que muestra en primer término a un monje ayudando a salir del cauce un río a otro mientras al fondo San Benito y tres monjes más comentan la escena.


Nos desplazamos hasta el gran deambulatorio que envuelve la Capilla Mayor. Recorremos las capillas que se abren en él y accedemos a la sacristía a traves de una hermosa puerta diseñada por Diego de Siloé.


En las enjutas del arco, de medio punto y muy adornado, se esconden dos ángeles trompeteros y por encima de la cornisa superior un encasamento circular custodiado por las figuras de San Pedro y San Pablo envuelve un delicado relieve de María acariciando a su hijo.

Dentro de la Sacristía tenemos ocasión de admirar una pequeña Inmaculada tallada en madera de cedro por Alonso Cano en 1.655.. La figura, destinada a coronar el gran facistol del coro, fue traslada muy pronto al ámbito más restringido de la sacristía.


El granadino esculpe a la Vírgen en la flor de la vida, con un rostro sereno y las manos rozándose en actitud orante: una niña de doce o trece años, hermosísima, de lindos ojos, boca perfectísima, rosadas mejillas y bellísimos cabellos tendidos de color de oro; viste túnica blanca y manto azul y se alza sobre una base de nubes y querubines.

Regresamos al crucero. Estamos en su extremo meridional, frente a la puerta de estilo gótico diseñada por Enrique Egas para acceder a la Capilla Real cuando la catedral aún no existía.


Sobre la clave del decorado arco de medio punto aparece la silueta de un águila con el escudo real flanqueado por un yugo y un haz de flechas, símbolos de los Reyes Católicos.
Por encima del frontón central, en la parte superior de la portada, tenemos una hermosísima escena labrada en piedra formada por un conjunto de figuras exentas que representan la Adoración de los Reyes Magos acompañados por sus pajes.


Sendas imágenes de San Miguel Arcángel y de Santiago el Mayor vestido de peregrino flanquean la escena y seis apóstoles ocupan la única arquivolta del arco de entrada. En las jambas, los patrones de la capilla, los Santos Juanes, custodian la portada y en los laterales, dos maceros con dalmáticas decoradas con emblemas heráldicos completan el conjunto.

Nos damos la vuelta y dejamos que nuestra mirada vage por el cuerpo basilical del templo: un impresionante bosque de pilares completamente diáfano cubierto por bóvedas con diferentes trazos y diseños, en cuyos muros laterales se distribuyen varias capillas y retablos.


Nos detenemos frente al altar-retablo de San Jerónimo, convertido en una singular pinacoteca situada en el muro sur de la iglesia, junto a la portada de la Capilla Real. Data del primer cuarto del siglo XVIII y es de estilo barroco.


Se trata de un retablo dorado de estilo barroco que sirve de marco para una extraordinaria colección de lienzos de formato muy diverso. El lienzo central, atribuido a Alonso Cano, narra el encuentro de Jesucristo con su madre camino del Calvario. En las calles laterales, en la parte superior, tenemos otras dos pequeñas pinturas atribuidas también a Alonso Cano: "El Salvador" y "María".
Merece la pena destacar las dos obras que flanquean el lienzo central, atribuidas ambas a José de Ribera 'El Españoleto': "El martirio de San Bartolomé" y "Santa María Magdalena penitente en el desierto".


En la parte inferior, en la calle central, tenemos un "San Pedro arrepentido", copia de José Ribera, flanqueado por un retrato de medio cuerpo de San Agustín con mitra episcopal y pluma en su mano derecha y un lienzo de San Jerónimo en actidtud penitente atribuidos a Pedro Atanasio Bocanegra y Juan de Sevilla, discípulos de Alonso Cano.
En la parte superior del retablo, "La aparición del Niño Jesús a San Antonio de Padua", atribuida a José Ribera, completa la extraordinaria selección de lienzos custodiados por el retablo.

Completamos la visita y volvemos al exterior. Regresamos a la Plaza de las Pasiegas y nos dirigimos hacia la única torre de la catedral.
Según el proyecto de Diego de Siloé la fachada debería haber estado flanqueada por dos gigantescas torres de ochenta y un metros de altura, sin embargo la de la derecha nunca llegó a construirse y la de la izquierda, formada por tres cuerpos de planta cuadrada, quedó sin coronar.

Rodeamos el pie de la Torre de las Campanas y, ya en la fachada norte, nos topamos primero con la Puerta de San Jerónimo -cegada desde 1.886-, situada en el extremo septentrional del crucero secundario, y después con la Puerta del Perdón.

Esta última da acceso al crucero principal, en el extremo opuesto a la puerta gótica de acceso a la Capilla Real. De estilo plateresco, es un importante ejemplo de la transición del gótico de finales del siglo XV al joven renacimiento español de principios del siglo XVI. Fue diseñada por el propio Diego de Siloé y consta de cuatro cuerpos.


En el primero -obra maestra del Siloé escultor-, sobre el arco de la puerta, profusamente decorado, aparecen representadas la virtud teologal de la fe identificada por el caliz y la virtud cardinal de la justicia, que no porta la habitual balanza sino una espada, sosteniendo una cartela con el siguiente texto:
"Despues de señorear los moros por setecientos años este suelo, ambas, por su gran fe, justicia y celo, a los Reyes Católicos lo dimos. Sus cuerpos encerramos y pusimos en este tempolo y con gran vuelo, a los eternos tálamos del cielo sus almas subimos. Dimosle a don Fernando Talavera, primero de este nombre por prelado, digno arzobispo en dignidad cual ésta, columna firme de virtud entera y varón ejemplar y aventajado en costumbres, virtud y vida honesta."


Avanzamos por el exterior de la girola y en el pasaje que el Ayuntamiento de Granada dedicó a Diego de Siloé en 1.982 nos encontramos la discreta Puerta del Ecce Homo, esculpida en torno a 1.529 siguiendo el diseño del propio Siloé, a quien se le atribuye el notable relieve circular que corona la puerta.


Hemos completado la visita a la catedral pero los días son largos en Granada...

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