viernes, 17 de febrero de 2017

REIKIAVIK: ellos tenían el ajedrez, pero nosotros les tenemos a ellos...

Santander, 14 de enero de 2.017


Hoy toca ir al teatro: en la Sala Pereda del Palacio de Festivales se pone en escena "Reikiavik", una de las últimas obras de Juan Mayorga...


Una muchacha llega al teatro. Va con prisa: tiene un examen final, global y oral... En un parque cualquiera, junto a una mesa de madera, se cruza con Waterloo, un extraño que espera a Bailén para juntos, en torno a un tablero de ajedrez, recrear la cruenta batalla protagonizada por Bobby Fischer y Boris Spassky. Se pregunta que enseñan hoy a los jóvenes en el colegio y le invita a compartir un par de horas con ellos: "aprenderás mucho más en ese tiempo que durante todo el curso completo...".

Verano de 1.972. El Campeonato Mundial de Ajedrez se disputan en Reikiavik. Armados con un puñado de piezas blancas y negras se enfrentan dos genios: el estadounidense Bobby Fischer y el ruso Boris Spassky. Ambos son conscientes de que la suya es también la lucha de dos potencias enfrentadas que han tensado la cuerda en torno al tablero de un juego que ansían ganar a toda costa.



El duelo de dos desconocidos que comparten su pasión por el ajedrez nos permitirá asistir a la partida del siglo, una batalla eterna que habrá de perpetuar el joven recluta que pasaba por allí.


Juan Mayorga dirige la puesta en escena de un texto que él mismo escribió: "El hecho de que un autor dirija su obra no hace que su puesta en escena sea la definitiva. Es más, hay varios intentos en el extranjero de montar "Reikiavik" en los que estoy seguro de que los directores encontrarán cosas que yo no he visto en el texto; cada mirada descubre aspectos nuevos. Me pasó con "La lengua en pedazos" y con "Reikiavik": cuando los escribía iba sintiendo que podía aportar algo a la propia puesta en escena que no estaba en el texto, que había algo misterioso que debía descubrir luego sobre un escenario..."

Daniel Albadalejo y César Sarucho son Bailén y Waterloo, o lo que es lo mismo, Boris Spassky y Bobby Fischer. Ambos se deslizan sobre el tablero para convertirse en los peones que dan sentido a un texto extraordinario y afrontan un apasionante duelo que solo cobra sentido cuando este se desarrolla frente a los ingenuos ojos del espectador


Usted los ha visto en algún rincón del parque: esos hombres unidos y separados por un tablero de ajedrez. Parece, sí, que están jugando al ajedrez. Pero si se acerca quizá descubra que están jugando a otra cosa. Quizá estén jugando a Reikiavik.
Ésta es una obra en que se juega a ese juego. Sus personajes principales -dos de los cuales se hacen llamar Waterloo y Bailén; el tercero tendrá que ganarse el nombre, si es que hay algún nombre disponible- se reúnen hoy para practicarlo como siempre y como nunca. Y entonces aparecen otros muchos: Bobby Fischer, Boris Spasski, el árbitro alemán, el guardaespaldas islandés, la madre de Bobby, la segunda esposa de Boris, las novias que Bobby no tuvo, cien niños despidiendo a Boris puño en alto en el aeropuerto de Moscú, Henry Kissinger, el fantasma de Stalin, el Soviet Supremo, el caballo negro amenazando al alfil blanco, los padres ausentes, los campeones muertos...
Y también usted, también aparece usted si en vez de pasar de largo se acerca al tablero y se atrave a probar una variante.
"Reikiavik" es una obra sobre el ajedrez, ese arte que, como la vida misma, se basa en la memoria y la imaginación. Es una obra sobre la Guerra Fría. Y es una obra sobre hombres que viven las vidas de otros. Quizá también sea una obra sobre usted pero, si se decide a jugar, no nos diga quién es usted: no le creeremos...

Juan Mayorga.

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